«Entre los miles de adolecimientos que padece el quehacer cotidiano de la humanidad, es la perentoriedad de saber quien es, y como somos cada uno de los que formamos este universo en la búsqueda amatoria lo que nos lleva a querer descubrir de manera pronta la aceptación del mas cercano encuentro, y de eso se derivan otras incertidumbres como, buscar y encontrar al mismo tiempo el amor y el desamor dos regidores absolutos de nuestra existencia. Quien encuentra el amor altera la luz del día, y quien no encuentra mas que el hueco de ese amor, altera la noche y despierta cuerpos. El amor es un sentimiento diverso y complejo que viste hasta las piedras que se confunden con sabanas de color de rosa, con la mezcla de las olas bravas de un mar comodino.
Lo triste, lo insensato y lo amoral de tanta búsqueda es olvidar los detalles que revisten a los desamparados, es no medir el tiempo y el dolor de los indigentes del amor, de ese amor que atemoriza pero que esta ahí, dando toda su luz, aunque esa luz no sea la esperada, de ese amor que hace que el presente desconfíe del futuro…» (Socorro Carranco)
A esta reflexión que hace nuestra querida amiga y poeta Socorro Carranco, puedo decir que siii, creo que buscamos ese amor que nos haga confundir las piedras con sabanas de seda tan desesperadamente, que nos aferramos a cualquier tronco que se acerque flotando en las aguas de la vida, lo tomamos, acariciamos y le preguntamos ¿eres tú?, luego lo dejamos ir al darnos cuenta que…, es solo un tronco. La verdad es que el amor, como lo conocemos, es imperfecto, y gracias a eso existe y podemos existir en él, ¿cómo sobrevivir a un amor que lo contiene todo?, ¿que nos sublima completamente? ¿que nos eleva y hunde, que nos arranca la vida con su perfección por el solo hecho de ser imperfectos?, (lo de imperfectos es sólo porque no nos hemos dado cuenta que realmente, en nuestra esencia, ¡¡somos perfectos!!, pero como vagamos en nuestra personalidad, permanecemos en esa adorada y sutil imperfección).
Conoceremos ese perfecto amor, solo cuando nosotras seamos perectos recipientes que sea capaz de contenerlo.
En resumen, nuestra adorada e imperfecta humanidad, tomada en el sentido individual, nos abraza a tal punto que morimos presintiendo lo que jamás tocaremos.