Sor Juana Inés de la Cruz
(Juana de Asbaje y Ramírez; ¿1648?-1695)
Primero sueño Piramidal, funesta, de la tierra nacida sombra, al Cielo encaminaba de vanos obeliscos punta altiva, escalar pretendiendo las Estrellas; si bien sus luces bellas 5 --exentas siempre, siempre rutilantes-- la tenebrosa guerra que con negros vapores le intimaba la pavorosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes, 10 que su atezado ceño al superior convexo aun no llegaba del orbe de la Diosa que tres veces hermosa con tres hermosos rostros ser ostenta, 15 quedando sólo o dueño del aire que empañaba con el aliento denso que exhalaba; y en la quietud contenta de imperio silencioso, 20 sumisas sólo voces consentía de las nocturnas aves, tan obscuras, tan graves, que aun el silencio no se interrumpía. Con tardo vuelo y canto, del oído 25 mal, y aun peor del ánimo admitido, la avergonzada Nictimene acecha de las sagradas puertas los resquicios, o de las claraboyas eminentes los huecos más propicios 30 que capaz a su intento le abren brecha, y sacrílega llega a los lucientes faroles sacros de perenne llama, que extingue, si no infama, en licor claro la materia crasa 35 consumiendo, que el árbol de Minerva de su fruto, de prensas agravado, congojoso sudó y rindió forzado. Y aquellas que su casa campo vieron volver, sus telas hierba, 40 a la deidad de Baco inobedientes, --ya no historias contando diferentes, en forma sí afrentosa transformadas--, segunda forman niebla, ser vistas aun temiendo en la tiniebla, 45 aves sin pluma aladas: aquellas tres oficïosas, digo, atrevidas Hermanas, que el tremendo castigo de desnudas les dio pardas membranas 50 alas tan mal dispuestas que escarnio son aun de las más funestas: éstas, con el parlero ministro de Plutón un tiempo, ahora supersticioso indicio al agorero, 55 solos la no canora componían capilla pavorosa, máximas, negras, longas entonando, y pausas más que voces, esperando a la torpe mensura perezosa 60 de mayor proporción tal vez, que el viento con flemático echaba movimiento, de tan tardo compás, tan detenido, que en medio se quedó tal vez dormido. Éste, pues, triste son intercadente 65 de la asombrada turba temerosa, menos a la atención solicitaba que al sueño persuadía; antes sí, lentamente, su obtusa consonancia espaciosa 70 al sosiego inducía y al reposo los miembros convidaba, --el silencio intimando a los vivientes, uno y otro sellando labio obscuro con indicante dedo, 75 Harpócrates, la noche, silencioso; a cuyo, aunque no duro, si bien imperïoso precepto, todos fueron obedientes--. El viento sosegado, el can dormido, 80 éste yace, aquél quedo los átomos no mueve, con el susurro hacer temiendo leve, aunque poco, sacrílego ruïdo, violador del silencio sosegado. 85 El mar, no ya alterado, ni aun la instable mecía cerúlea cuna donde el Sol dormía; y los dormidos, siempre mudos, peces, en los lechos lamosos 90 de sus obscuros senos cavernosos, mudos eran dos veces; y entre ellos, la engañosa encantadora Alcione, a los que antes en peces transformó, simples amantes, 95 transformada también, vengaba ahora.
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